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n primer lugar, hay que señalar lo que se ve cada día. Es muy importante la labor del farmacéutico, porque colapsadas las guardias médicas en hospitales, sanatorio y clínicas privadas, colapsado el sistema de atención domiciliaría, la farmacia está cumpliendo con su rol natural: un centro de salud de atención básica. Lo que está haciendo el farmacéutico es orientar sobre las medidas sanitarias y de profilaxis que se deben tomar, porque el virus ya está caminando entre nosotros. Por eso el profesional orienta para que ante la aparición de un síntoma de gripe, esta sea tratada como la más virulenta. Sin dilaciones más inexplicables
También es bueno remarcar un dato distintivo, ya que lo notamos en las farmacias a diario, y es que hay pocos abuelos engripados. No hay casi casos. Parece menos que un detalle, pero habla muy bien de la campaña de vacunación antigripal llevada adelante por el PAMI en las farmacias. Los jubilados no tienen demasiadas prescripciones, en la su habituales recetas de medicamentos antigripales, antitérmicos y similares, por eso la importancia de haber cubierto a cientos de miles de abuelos mediante la red de farmacias. Esto demuestra que cuando un Estado u Organismo Centralizado, en este caso el PAMI, piensa y articula una campaña de prevención que pretende llegar a la mayor cantidad de personas posibles, si se utiliza una red de alcance masivo como la farmacias independientes, el resultado es notablemente favorable. Esto es un simple dato de la realidad.
Otro caso de anticipación es de México, que ahora parecen tan lejano. Cuando explotó la influenza H1N1, la gente y las autoridades sanitarias mexicanas, tomaron con seriedad las herramientas que el Estado puso a su disposición para combatir de entrada esta epidemia. Hubo barbijos para todos, los espectáculos masivos se realizaron sin públicos (como el fútbol, que disputó por lo menos un par de fechas sin hinchadas), el gel antiséptico estuvo disponible, grandes complejos industriales licenciaban con trabajo para el domicilio a sus empleados o bien estructuraban muchos turnos rotativos para evitar las aglomeraciones del personal, etc. Es decir, ante los primeros síntomas de pandemia, el Estado azteca dispuso la emergencia sanitaria, que es sólo una cuestión administrativa, y operó fundamentalmente en la calle. La gente del DF se quedó en la casa, los que salían estaban provistos de todo lo necesario para ofrecer el mejor cuidado frente al temible el virus de la gripe A, y finalmente, armaron una red de atención primaria de la salud que se articuló perfectamente. Así, y nos consta, se contuvo y contiene la enfermedad.
Querido lector, ya sé, usted pensará que ellos contaron con la ayuda del clima; es casi una verdad; pero aún se registran infecciones y muertes en el hemisferio boreal, ahora mismo en aquella primavera. Lo concreto, es que el virus tuvo un obstáculo planificado para expandirse. Si el Estado argentino hubiese articulado medidas pensando en las desventajas climáticas: en que el virus H1N1 iba a tener grandes posiblidades a mutar como sucede con el de la gripe estacional, si se hubiese tomado las mismas medidas y con igual ritmo como las que dispuso el gobierno mexicano, quizá las estadísticas reales serían muchos mejores de las que todos nos vamos anoticiando.
En estas páginas siempre decimos que la farmacia independiente, profesional, es un eslabón más del sistema de salud de nuestro país. De hecho, hoy se nota más que nunca esto, en la contención de la gente, en la información de cómo evitar la gripe, de los consejos para entrenar a los pacientes a consultar con su médico para conseguir el mejor diagnóstico de cuándo se está ante un cuadro gripal estacional o cuándo este puede ser porcina. Pero la gente cuando llega al hospital se encuentra con la realidad sanitaria nacional: falta de elementos para diagnostico (sólo basta nombrar que el instituto Malbran no esta realizando pruebas de verificación de H1N1), guardias llenas, etc. Entonces, se procede con una singularidad muy a la argentina, nuestro ministerio de salud nacional, se le ocurre salir del vendaval considerando que cualquier cuadro gripal se la considera gripe porcina A. El peor pronóstico para el evitar el mayor riesgo.
Cuando decimos que un Estado debe tener una idea acabada de sanitarismo, nos referimos a poder articular todas las herramientas de gestión pública y privada y a desarrollar una estrategia completa que utilice todos los elementos a su disposición. Hoy vemos una vez más que el Estado no fue ni oportuno ni contenedor de estas contingencias que ahora explotan en todo el sistema de atención primario de la salud. Por eso, y siempre que podamos, llamamos a la reflexión a quienes quieren destruir las complejas redes de atención farmacéutica de la provincia de Buenos Aires, destruyendo la cadena de farmacias privadas independientes. Rompiendo leyes que apoyan estas mismas redes. Porque en verano volverá el dengue, y no vemos que haya una política preventiva. Porque parece que la única herramienta preventiva que tiene el sistema argentino es la suerte. La suerte de un invierno benevolente que haga llegar más rápido el calor, que aleje a los virus de la gripe, como hace unos meses esperamos que la suerte traiga el frío que alejó al mosquito del dengue. Pero que en el verano volverá, y así sucesivamente, si no prevenimos de una buena vez rompiendo el círculo vicioso de la improvisación.
Por eso necesitamos en el ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires y el de Nación, sanitaristas comprometidos, que entiendan la importancia de estas interacciones entre los profesionales de la salud y de toda la red de atención primaria, que comprende hospitales, CAPS, clínicas, farmacias, etc. Un Estado en alerta permanente sin pudor.
Debemos aprender de los errores de esta democracia adolescente que se cobra vidas de argentinos. Así, podremos entender que una solución a tiempo es la mejor vacuna a cualquier problema. Informar antes que curar, evitar llegar a las emergencias antes de solucionar lo que parece irreparable una vez en ella.
Es hora de entender que en contingencias como las que se viven es donde la solidaridad y las redes de atención construidas por tanto tiempo deben surgir ante la desorganización que reinó hasta ahora. Ni la suspensión de las clases, ni el cierre de fronteras, ni cualquier medida pueden detener la peor de las infecciones: la falta de una educación para la salud desde el Estado.
Néstor Caprov
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