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ay una interesante fábula hindú que cambió un tanto la idea occidental de la verdad única. La misma, relata la idea de seis hindúes sabios, inclinados al estudio, que quisieron saber qué era un elefante. Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el tacto. El primero en llegar junto al elefante, chocó contra su ancho y duro lomo y dijo: “Ya veo, es como una pared”. El segundo, palpando el colmillo, gritó: “Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una lanza”. El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: “¡Dios me libre! El elefante es como una serpiente”. El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó en torno y dijo: “Está claro, el elefante, es como un árbol”. El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: “Aún el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico”. El sexto, quien tocó la oscilante cola acotó: “El elefante es muy parecido a una soga”. Y así, los sabios discutían largo y tendido, cada uno excesivamente terco en su propia opinión y, aunque parcialmente en lo cierto, estaban todos con diagnósticos imprecisos de qué era en verdad un elefante. Este relativismo cambió parte de la tradición del pensamiento, y hoy puede rastrearse en la forma en que se desarrollan las calidades de representación política en general y en particular a la dirigencia farmacéutica.
En este país, no es cuento en materia de organización colectiva lo que sucedió en la década del ‘70, con una dictadura sangrienta, y los 10 años de neoliberalismo menemista. La primera destruyendo los gérmenes de rebeldía de una generación que creía en las ideas como transformadoras de la realidad. Así lo testimonian los días del Mayo Francés, por ejemplo, donde se entendía que una idea era, en definitiva, el motor de cambio. Esa generación que no está, que fue exterminada por la criminal dictadura, es la que debería hoy estar ocupando los roles principales del manejo del Estado o las estructuras políticas. Una generación que la fuerza de la reacción hizo desaparecer.
Esta es una visión muy personal, permítame, una reflexión del que firma casi de café, con la que se puede o no estar de acuerdo. Una idea de que una generación que no está (los cómo o los por qué exceden las modestas intenciones de estas líneas), que produjo los grandes movimientos sociales y obreros que sintetizaron la idea y la acción en un solo espacio. Del “cordobazo” para acá, hay muchos ejemplos de esto. La marca registrada de esta generación. Pero la dictadura militar cambió el paradigma respecto a las ideas y su poder organizador. Antes de Videla y compañía, las ideas eran aglutinadores de personas, que se juntaban alrededor de ellas para llevarlas a la práctica. Pero el régimen genocida inyectó en la sociedad una dosis mortal de miedo. Así, hizo desaparecer -no sólo físicamente -esa generación que llevó hasta las últimas consecuencias la solidaridad de las ideas. Y creó un nuevo paradigma, basado en el miedo, en una mirada “hacia el propio ombligo” que hizo del pensamiento o la reflexión una cosa “mal vista”, y de quien la realiza una persona peligrosa. Esta es una mirada personal antojadiza, fácil de refutar sin mucho esfuerzo si usted quiere querido lector.
Pasaron los años y llegaron los ‘90, y otra vez un cambio de paradigma violento renovó la sociedad. La banalización de la política y la entronización del consumo como máxima actividad social, más la llegada de las nuevas tecnologías, armaron un nuevo paradigma basado en el “sálvese quien pueda”, que ya no sólo ignora la suerte del otro sino que intenta torcerla negativamente, para sacar esa mínima ventaja que nos permita sacar la cabeza del rebaño. Esos 10 años de menemismo, de medios masivos que adormecieron el pensamiento crítico, el acceso a una licuadora o una TV por encima de la destrucción del sistema productivo nacional o la condena a la exclusión de millones de personas. Como sociedad, fuimos condenados al consumo zonzo, donde la mirada al otro dejó de existir.
Estos dos hechos culturales -la dictadura y la década del 90 -nos dejaron sin capacidad de ver los problemas con una mirada colectiva. Y condenaron al pensamiento crítico a los márgenes de la sociedad. Además, nos heredó una clase dirigente que al estimo de los ciegos de la fábula tiene una vista parcial de la realidad, que entiende a la representación política o gremial una forma de ascenso (social y económico), una forma de realización individual a través del acomodo.
Este análisis vale para cualquier actividad que uno tenga, sobre todo en la práctica de una profesión liberal como la farmacéutica (liberal no en lo político sino en cuanto a la práctica de la profesión). Cuando uno habla de que la dirigencia intermedia en las estructuras gremiales de farmacias deberían tener grandes procesos de formación, porque evidentemente 20 años de grandes dosis de ese paradigma heredado de la dictadura y los 90 hizo que no podamos discutir con el otro, sintetizando posturas en común. Esto no le pasa sólo al gremio farmacéutico, hoy la representación política está en crisis, sino basta ver la realidad de los partidos políticos, que se estructuran sobre la imagen de un dirigente antes que sobre ideas o programas de acción.
Entonces, uno que bucea diariamente en la información de la profesión farmacéutica, que busca saber qué pasa con la Industria, cómo se manejan las grande cadenas, que analiza los problemas, y además se junta con colegas para intercambiar ideas, lo que uno ve es algo similar a esa fábula hindú, con una dirigencia que está tocando una parte del elefante sin tener una visión general del problema, que exige tener hoy un puesto de dirigencia y representación. Y lo que es peor, nos peleamos por la mejor definición de este elefante, pese a que es parcial y muy particular.
“Se van a juntar a festejar un cumpleaños”. “Esto es un nuevo movimiento político dentro de las estructuras establecidas”. Son dos de la preguntas (malintencionadas) que giran en torno de la convocatoria de farmacéuticos lanzada para el 25 de septiembre en el hotel Presidente Perón. Estas chicanas, la primera descalificando y la segunda sospechando que esto es una movida para beneficiar a un dirigente determinado, son producto de estos 20 años de falta de trabajo de la dirigencia -de la cual uno es parte, dan paso a la crítica como un verdadera autocrítica -de la discusión basada en los nombres y no en las ideas. Que no están, o peor, están desvirtuadas.
Esta convocatoria que nace de esos gérmenes que recorren el sistema y son parte de las contradicciones del propio sistema (una mirada cínica diría que las propias contradicciones del sistema son los que terminan por destruirlo), que circulan en esos medios alternativos de internet, para preguntarnos si no es la hora de juntarnos sin distinción de banderías políticas, sin distinción de territorios, y empezar a discutir qué nos pasa como farmacéuticos, ya sean propietarios o empleados. Discutir estos problemas que amenazan con llevarse de un solo golpe a la profesión.
Lamentablemente, vemos que es más noble una convocatoria a rediscutir toda la profesión, sintetizando todas las posturas con participación y coraje, que las reuniones con la dirigencias solamente, discutiendo lo mismo sin más futuro que el “siga siga” que nos proponen a menudo. Esta convocatoria que girará en torno a un hecho central: el salario farmacéutico y la rentabilidad de la farmacia privada. En el marco de la pluralidad que buscamos, intentaremos entre todos discutir cómo mejorar los ingresos de todos los profesionales, y de esta manera asegurar la dignidad de quienes nos comprometemos día a día con esta profesión, tan vinculada a la salud de las personas.
Somos hijos de la carencia generacional que dejó la dictadura. Somos hijos del pensamiento anestesiado de la década neoliberal. Somos fruto de ese miedo de pensar, de esa mirada individualista que nos separó del otro. Y la dirigencia también. Por eso la importancia de esta convocaría, respuesta nacida en los márgenes que busca comunicarse sin filtros de esta realidad adormecida con dosis altas de lexotanil. Una convocatoria que corona una serie de muy buenas intenciones, que dependerá de la capacidad y la inteligencia que tengamos para ir a ellas sin miedos, para decir nuestra verdad sin temor a equivocarse -porque el que escrituró la verdad a su favor es un chanta -de crear una discusión sin camiseta partidaria, sin la desacreditación asegurada de fábrica y sin argumentos. De lograrse, será una victoria en sí, y una exigencia de profundizar esta comunicación y de ir por esas banderas reivindicativas que hoy están guardadas debajo de la cama. Vaya el 25/9 a las 14.30 Hs. a Hipolito de Yrigoyen 1940 Capital Federal; colega, desprejuiciado y con ganas de respetar a todo el mundo y a usted mismo.
Néstor Caprov