Y
a no quedan demasiadas dudas. La pelea que se genera en torno a la ley de prepagas es cada vez más abierta y despareja. Porque si la llevamos al terreno del boxeo, se enfrentan arriba del cuadrilátero -en este caso el Congreso Nacional -el poder destructivo de un peso pesado como George Foreman contra un, supongamos, Marco Antonio Barrera, que por más talento y siete títulos mundiales encima no podría resistir los primeros segundos de un round, a los puños de su oponente. Esa es la sensación que queda luego de una nueva postergación de la norma que busca regular la actividad de las empresas del sector, que otra vez mostraron su poder de lobby y trabaron una semana más su aprobación. Eso, sumado a los rumores que indican algunos cambios que “suavizarían” la idea original, rechazada con fervor militante por las cámaras que agrupan a las compañías de este sector corporativo super concentrado.
Por el momento, las piñas de Foreman pueden más. Esta semana, por pedido de la oposición al poder Ejecutivo Nacional se volvió a postergar el tratamiento en Diputados. Incluso con el dictamen favorable de la comisión de Salud firmado un día antes. Es que algunos bloques reclamaron “más tiempo” para estudiar las modificaciones que llegaron desde el Senado. Este tiempo comprado -que se suma a los casi cuatro años en que las empresas logran frenar la ley -parece tener un único objetivo: mantener los artículos más polémicos que obligan a las firmas a, por ejemplo, cumplir el Programa Médico Obligatorio (PMO) o no aumentar la cuota cuando el afiliado llega a la tercera edad.
En la comisión de Salud, que actuó de “pelea preliminar” -para seguir con las analogías pugilísticas -el dictado favorable no ocultó cómo funcionó el furioso lobby. Para empezar, una de las dos diputadas que no firmó el dictamen fue nada menos que Gabriela Michetti (la otra fue la conservadora Cintia Hotton). La ex vicejefa del Gobierno Porteño, volvió a desnudar la relación entre el “macrismo” y la visión empresarial de la salud. Como hace su par Helio Rebot en la legislatura porteña -tratando de romper la ley 26.567 -Michetti es la portavoz del sector empresarial, esa mirada liberal (conservadora) que parece haberse acrecentado desde que comparte una relación sentimental con Juan Tonelli, vocero de la Cámara Argentina de Medicamentos de Venta Libre (Capemvel).
Con este dictamen (que incluye el sincericidio de Agustín Portela UCR, vicepresidente 1º de la comisión de salud de la HCD, que dio despacho favorable a la iniciativa, pero la trató de "imperfecta e insensata", y adelantó que se presentará otro proyecto supuestamente superador –patético-), la cuestión se definirá en el recinto.
El tema es qué engendro de ley aprobarán. Si como dice el proyecto original de deberá cumplir a rajatabla el PMO, si regularán las cuotas que nos cobran, a nosotros los usuarios del sistema de salud prepago desde el ministerio de salud de la Nación; o se prohibirá que se fijen cuotas más altas para los pacientes de mayor edad, estaremos ante un triunfo de un ordenamiento sanitario del sistema. De la cordura. Estaremos quizá, emparentados a los países más liberales del planeta, si se quiere. O por lo contrario, como todo parece encarrilado y es deseo de algunos senadores; se permitirán las restricciones por enfermedades preexistentes, se mantendrán los períodos de espera astronómicos, en este caso, estaremos ante un triunfo de las corporaciones. Los jurados serán los diputados.
Lo llamativo de esta despareja pelea -que hasta ahora no tiene resultado final, pero si una tendencia hacia lo ridículo -es que no tiene juez. El ministerio de Salud de la Nación, quien debería encargarse de garantizar los intereses de los argentinos, mira desde la tribuna. Un convidado de piedra, desde “el ring side”, diría el amigo Osvaldo Príncipi. Y sin un juez imparcial, los golpes de Foreman (peso pesado si los hay) hacen estragos. Hasta ahora, tenemos un sistema de salud inédito en el mundo, que permite que un superconcentrado sector haga y deshaga sin siquiera una (mala) ley que la regule. Esta zona gris se ganó con el poder de influencia del que tanto hablamos en este espacio. Tan grande es que dobla voluntades parlamentarias sin ningún esfuerzo.
No está de más recordar cuando Foreman se subió al ring contra las farmacias, cuando el sector quiso discutir las onerosas, obscenas bonificaciones, especie de peajes contranatura que sostienen los mostradores de cada farmacia. Porque, entre paréntesis, cabe recordar que el sistema de dispensa de medicamentos para los afiliados de estas empresas es sostenido por el pequeño púgil, que junto al afiliado que paga su cuota son los puntales del sistema. Los que sostienen la rentabilidad de un solo sector. Clientes-pacientes y farmacias colaborando a hacer cada día más grande una fortuna que se reparte entre tres empresas conocidas de medicina prepaga. La pelea de las farmacias, incluso, fue aún más despareja que la que estamos viendo en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. Apenas un par de buenas intenciones “tribuneras”, declaraciones de compromiso, y un final anunciado con un descuento que parece más una dádiva que un triunfo de la lucha gremial farmacéutica.
Es tan fuerte la “pegada” de las prepagas que ni siquiera se mutó cuando un “peso pesado” en la política como el líder de la CGT Hugo Moyano pidió regulación. “Las prepagas no prestan la asistencia que corresponde. En la letra chica de los contratos no dicen todo, y después cuando la gente se adhiere y tiene que pagar, le sale más caro porque no les prestan la asistencia que corresponde”, señaló el jefe de la Central de Trabajadores Argentinos, “Cassius Clay” Moyano, un respaldo a la norma y su regulación pero que no pudo evitar la nueva demora.
“No sé bailar ni cantar ni cuento chistes, pero soy el mejor dejando a la gente fuera de combate”, dijo el verdadero boxeador de peso completo, George Foreman, el deportista, el campeón. Que se parece quizá, al Foreman de estas líneas. Es que su poder de fuego, el de sus puños, es sencillamente: demoledor. Y lo seguirá siendo si no se asume la responsabilidad de apoyar y aprobar esta ley completa, como fue ideada. Sin tachaduras.
Sino seguirán sobre nosotros, los consumidores y prestadores farmacéuticos, aplicando su lógica monetarista de la oferta y la demanda, picoteando la salud de muchos millones de personas como productos de un negocio cualquiera, como ese águila de Prometeo, aquel héroe griego que robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, y que como castigo fue encadenado a un roca en el Cáucaso donde este animal devoraba cada día el hígado, que se le renovaba durante la noche.
Si no las detenemos, no las regulamos, tendremos cada día, cada mes, sus garras afiladas sobre un sistema que se renueva de gente para satisfacerla. Un mal presagio que una buena ley puede empezar a calmar.
Farm. Néstor Caprov