E
n las jornadas del Mayo Francés, un escrito en las paredes llenaba de optimismo a las estudiantes con flequillo que protagonizaron aquel hito en la historia de la rebeldía juvenil: “podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera”. La frase, que pertenece al poeta chileno Pablo Neruda, es un firme alegato sobre la imposibilidad de frenar el futuro, de detener el progreso. Ese progreso que trae cambios radicales en nuestra vida, y que de movida pueden ser resistidos. Qué definición mejor que la de Neruda pueda darse, por ejemplo, a las dudas lícitas que genera la tecnología a cada rincón de nuestra profesión. Todo el proceso de digitalización de la actividad farmacéutica es impostergable, no se detendrá, y por más rechazos “florecerá” en cada farmacia. Incluyendo la última novedad: la receta electrónica.
Instalada en España hace unos años, en varios encuentros entre colegas ya se adelantó que muchas entidades, como el PAMI, ya analiza la implementación de este elemento, que en su idea original buscaba evitar problemas de prescripción y mejorar la dispensa de los medicamentos. “La receta electrónica es un servicio con el que los pacientes obtendrán los medicamentos que les recete el médico, solamente presentando la tarjeta sanitaria en cualquier farmacia de la comunidad. Esta nueva herramienta ayudará en la contención del gasto farmacéutico gracias al control de las prescripciones que evitar los botiquines caseros”, afirma el material distribuido por el gobierno español en su puesta en marcha (extraído de Canarias7.com)
En ese país, su puesta en marcha generó varios inconvenientes. Y el debate algunas conclusiones. “Para el funcionamiento de la receta electrónica es indispensable acceder al historial farmacoterapéutico para poder dar un buen consejo y hacer atención farmacéutica, tanto de los medicamentos con receta como de los de sin receta". Así se dijo en Bilbao, durante el 17º Congreso Nacional Farmacéutico de este año.
En el plano vernáculo, las dudas que genera este sistema tienen varias aristas. Sacando el hecho fáctico de la legalidad de la misma, ya que en la Argentina una ley puede cambiar en menos tiempo de lo que pensamos y de producirse su habilitación, el respeto por la norma es toda una aventura de la narrativa de ficción. En primer lugar, saber si esta receta electrónica se hará “a la argentina”, es decir, manteniendo las irregularidades que hoy hacen que digitalización sea casi sinónimo de concentración.
Pongamos como ejemplo la buena intención de “la agilización cibernética” por la atención a los jubilados en la provisión de pañales para adultos; el sistema de validación que se implantó para su puesta en marcha es nefasto: en la actualidad, la farmacias deben “salir a cazar” a los afiliados, ya que el primer día hábil del mes se pueden validar a tantos afiliados como se quieran, haciendo que los mostradores de farmacias con más posibilidades tecnológicas y de mayor recursos de personal, se queden con el mayor padrón de jubilados. Esto por citar una de las desviaciones de la muy buena idea original. Hay muchas más. Una cacería furtiva que atrapa para sí, a afiliados del Instituto de los Jubilados y deja a las farmacias que dispensan habitualmente los medicamentos sobre todo, las que efectivamente quieren atender a sus pacientes jubilados, con esta prestación.
Además, un detalle no menor debe tenerse en cuenta cuando hablamos de la hiperconcentración: la relación del PAMI y la industria farmacéutica. Hoy el convenio, como todos saben, es entre ellos, y la farmacia un tercero convidado.
Hoy, el dirigismo económico que el convenio tiene se vería incrementado por la aplicación de este elemento tecnológico, por esta “caza a la argentina” de la que hablamos antes.
La pregunta no es cómo frenar la tendencia mundial sobre la tecnología y la digitalización, sino más bien como evitar que este proceso profundice las asimetrías y los errores de un sistema que es a todas luces perceptible. Cómo hacer que el farmacéutico obtenga una buena contraprestación (hoy nula) y hacer viable su botica por el trabajo administrativo de hacerle menos burocrática la vida a las personas y al sistema.
Si como dice el titular de la Gestión Paraná de PAMI, Carlos Alonso, la puesta en marcha de este sistema “beneficiará no sólo a los afiliados porque amplía la fecha de validez sino también a los médicos que ahorran tareas administrativas y además percibirán un adicional por adherirse al sistema”, cabe preguntarse cómo se hará para evitar que, en términos criollos, “el pez grande se coma al pez chico”. Cómo se evitará que las grandes cadenas validen la mayoría del padrón, alejando al jubilado de su farmacias más cercana y obligándolo a moverse, perdiendo ese tiempo que se supone tiene ganado, como sucede con los pañales en la actualidad. Cómo se beneficiará económicamente a las farmacias por su contribución real a la calidad de atención.
Son muchas las metáforas sobre el futuro, hay toda una tradición literaria sobre esta mirada apocalíptica que genera la combinación de excesiva tecnología con inescrupuloso autoritarismo. Del libro 1984 de George Orwell hasta acá, nada bueno parece salir de esta combinación. Pero si no se puede parar la primavera, tampoco el avance de la tecnología. No somos apocalípticos. Tampoco ingenuos. Queremos un modelo igualitario que no perjudique a los más chicos, a los más desprotegidos. “Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, imagina una bota aplastando un rostro humano incesantemente”, advirtió hace más de 60 años el autor de “Animal Farm. (Rebelión en la Granja)”. Hoy, con tanto discurso de libertad, la bota parece anacrónica. Pero la opresión, no tanto.
Farm. Néstor Caprov