U
na salvedad antes de empezar. Una de las tantas justificaciones que tiene la profesión farmacéutica es la del profesional dentro de la farmacia. Sin la presencia detrás del mostrador, estamos ante una profesión que no tiene objeto de existencia. Es como un cirujano fuera del quirófano. El habitat más conocido del farmacéutico es la farmacia, su lugar de trabajo de todos los días. Este es un precepto que respetamos, creemos y del cual nunca vamos a claudicar.
Pero volvamos a la realidad diaria. Nos parecen muy importantes los controles que hacen las autoridades sanitarias, porque determinan la calidad de vida de la población. Para nosotros, esta es una tarea fundamental del Estado, controlar la salud de la población, como el hospital que actúa ante la enfermedad consumada. Paréntesis al respecto: trabajar sobre la enfermedad, desde Ramón Carrillo para nuestro tiempo, es parte del pasado. hoy la consigna debe generar salud. En este sentido, en lo que le toca a la profesión farmacéutica, su misión es ser uno de esos generadores de salud. El consejo que el farmacéutico da cuando dispensa un medicamento es vital, y la calidad de estos fármacos que están en su trabajo habitual es prioritario para esta construcción de salud común. Y es otra de las justificaciones principales de la profesión.
Ahora bien, como en otras cuestiones, hay un mundo real, una situación concreta que esquiva las consideraciones ideales. Tenemos un país que no tiene, pese al exceso de legislación, contralores suficientes. Los instrumentos dedicados a controlar la salud están desfinanciados, desmotivados (fundamentalmente por las altas carencias a nivel primario de la población y la falta de presupuestos concomitantes; y porque el argentino medio recurre, por necesidad o por falta de educación sanitaria; a soluciones fuera del sistema, llámese medicamentos fuera de la farmacias, practicas medicinales más vinculadas a supersticiones que a la ciencia, etc..
Creemos que los objetivos fundamentales de Las Autoridades de Fiscalización Sanitaria, su principal trabajo, ante esta realidad, es detectar y solucionar los problemas que están fuera de la cadena de salud, al amparo de la ilegalidad. No decimos que no haya inconvenientes a subsanar dentro de esta cadena, porque siempre tenemos profesionales buenos y profesionales malos, pero hoy es notable ver la cantidad de problemas que hay vinculados a la proliferación de los medicamentos ilegales en todos nuestros barrios. A nuestro módico parecer, el problema más importante esta afuera de la farmacia, no dentro de ella.
Cuando encontramos medicamentos en los kioscos, carnicerías, ferias, plazas, cuando vemos que el 20 por ciento de los medicamentos son truchos o vienen con sellos de países que no tienen industria farmacéutica, cuando encontramos que en cualquier casita humilde se practican abortos y medicina casera, lo que notamos es que tenemos que ir a la calle primero a identificar los problemas. Sin perder de vista que dentro de la cadena debe haber controles, pero entendiendo donde está la prioridad de las necesidades. Atacar de llenó la ilegalidad. Existe hoy una creencia a que el medicamento es una golosina, una perversa producción y difusión de medicamentos que no son medicamentos. Entonces, sí coincidimos que el Estado no es una fuente inacabable de recursos ni mucho menos, se tiene que elegir a donde atacar primero, con más fuerza, y esto es donde está el problema mayor. De los problemas principales a los accesorios. Y el problema principal está en la calle. Está en el kiosco, en cómo le llega el medicamentos al kiosco. El medicamento ilegal, el canal K que venimos denunciando en estas páginas, la doble o triple facturación de los laboratorios. Hay que recorrer las páginas policiales para darse cuenta de esto.
Como ejemplo, en la última semana, se desarrolló un fuerte operativo de control de las farmacias en Lanús, por parte de la ANMAT y autoridades del departamento de farmacia de la provincia de Buenos Aires. En una semana, un número muy importante de farmacias fueron requisadas, y en aquellas donde se detectaron inconvenientes, se hicieron las observaciones necesarias. Como corresponde, diría Nietzsche socarronamente, que quede bien claro. Pero al mismo tiempo, en el mismo momento del operativo, en el mismo distrito, el principal distribuidor de golosinas, que vende sus productos en todos el conurbano sur, hizo la mayor compra de un famoso antigripal de un laboratorio multinacional, dejando incluso este producto en falta para su venta en droguerías y farmacias. No sólo tenemos pruebas visuales de esta compra, sino que fuimos testigos presenciales del transporte de varios containers de estos antigripales de venta bajo receta.
Lo hemos denunciados varias veces (nobleza obliga, la autoridad sanitaria requisó alguna vez a este mayorista, y llegó a encontrar en agujeros de ascensores contenedores de medicamentos de todo tipo). Qué paso luego, nadie supo, pero usted debe imaginar querido lector.
La desfachatez a la luz del día que tiene estos comercios alcanza su punto máximo cuando facturan los productos que venden, es decir, ponen en el tickets la venta de medicamentos bajo receta en su local sin más. Este es uno de los miles de casos que observamos. Entonces, en esa misma semana que los inspectores del ANMAT tan celosamente (y de forma correcta e incluso con buena onda) hacían el operativo en farmacias, a pocos pasos se estaba llevando a cabo la venta más grande de medicamentos a los distribuidores del conurbano. Es una lastima que no se haya aprovechado esa fuerza de contralor en la zona para atacar el flagelo más importante: la venta escandalosa por los canales ilegales y no permitidos.
Una cosa no quita la otra. Pero frente a la escasez de recursos humanos que hay, la pregunta es cuándo vamos a privilegiar la guerra sin cuartel del medicamentos ilegal o trucho. Sólo basta preguntar en hospitales y salitas de Lanús cuántos son los ingresos semanales de personas afectadas por estos productos para entender la dimensión del problema. Las cifras no mienten. En las propias guardias de pediatría se lo puede comprobar. Porque estamos hablando de ese asesino serial que falsifica hasta la aspirina infantil.
No me mal interprete estas líneas, querido lector. El ojo del amo engorda el ganado, dice el dicho popular. Siempre hay que tener muchos ojos para ver a ambos lados del horizonte. Pero lo que le sucede al que escribe estas reprochables líneas y ejerce la profesión farmacéutica todos los días, y recibe las quejas de los directores de hospitales, habla con los policías que hacen los operativos, con los fiscales que dicen no hay mas lugar en tribunales para soportar los expedientes de las causas por los medicamentos ilegales. Entonces, uno preguntándose cuándo, sentado detrás del escritorio, pasando esas recetas al libro recetario, caduco, pensado para épocas pasadas pero más vigente que nunca para los inspectores de la provincia de Buenos Aires, cuándo de una buena vez vamos a poner el caballo antes del carro.
Néstor Caprov